RESEÑA DE A VECES DESPIERTO TEMBLANDO POR BEATRIZ RIVAS en INVNDACIÓN CASTÁLIDA REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DEL CLAUSTRO DE SOR JUANA

 

RESEÑA DE A VECES DESPIERTO TEMBLANDO

Por Beatriz Rivas

Empiezo sin máscaras. Directo al grano y sin adornos: esto es una de las mejores novelas que he leído en mi vida. Jamás había hecho una afirmación así al terminar de leer un libro. Nunca. Pero este lo amerita. Y eso que el terminarlo odié a Ximena, porque no nos tiene piedad. No le importa sacudirnos, indignarnos, quitarnos la tranquilidad, horrorizarnos, estremecernos. Incluso, asquearnos. Pero no se asusten: Vale mucho la pena leerla. Prometo que no se van a arrepentir.

Es una novela dolorosamente bella. Sí, bellísima. Horripilante y conmovedora al mismo tiempo. Llena de ternura, aunque también aterradora. Cruda y poética a la vez.

El tema elegido por la autora es desolador. Los genocidios, las masacres, siempre son desoladores. Más de cien mil víctimas, entre desaparecidos y muertos, según la Organización de Naciones Unidas, durante la dictadura negra de Efraín Ríos Montt, en Guatemala. Otro número más de desplazados, exiliados. Un genocidio impune. Pero como hay personas expertas en el tema, yo prefiero detenerme en cómo está escrito, porque si un autor ganó un premio tan importante, sobre todo con esa calidad de jurado (Cristina Rivera Garza, Julián Herbert), es por la manera en que la novela está narrada. Y en ese rubro, Santaolalla nos demuestra que tiene talento. De hecho, si por algo la joven autora decidiera no volver a escribir jamás, con sólo este libro ya habrá dejado una profunda huella en la literatura latinoamericana y en la memoria histórica de Guatemala y de México.

A veces despierto temblando (México, literatura Random House, 2022, premio Mauricio Achar-Literatura Random House 2021) nos presenta una galería de personajes bien construidos, verosímiles, todos con voz propia. Realmente parecen sacados de un documental: podemos verlos, escucharlos, sentirlos. Los odiamos o los amamos. La autora sabe crear una inmediata empatía. Hace que nos importe lo que le sucede. Los va presentando de uno en uno, uno por cada capítulo, entrando de lleno en la acción. Nos ubica en un lugar geográfico y en una fecha específica. Y así, nos vamos adentrando en la historia de Yunuén, conocido como Ocelote; de Aura, de Francisco Chinchilla, de Estrella, de El Dedos, de Lucía, de Camilo, etcétera. A cada uno le da una característica física y psicológica muy particulares. Nos damos cuenta muy pronto de qué hay víctimas y verdugos, aunque Ximena sabe tomar una sana distancia del maniqueísmo, que es tan dañino para una novela. Nos presenta seres humanos de carne y hueso. De pasiones y odios. Cada quien cargando un pasado que los hace ser quienes son, que los “obliga” a actuar como actúan pero sin disculparlos. ¿Como disculpar a quien goza viendo sufrir a otros, a quien disfruta torturarlos, asesinarlos?

A veces despierto temblando es una novela polifónica. Cada voz, distinta y bien lograda, nos va aportando algo de la historia. La oralidad que consigue Santaolalla es genial. Cada personaje que entra narra en primera persona del singular, desde su punto de vista. Es decir, cambiamos continuamente de puntos de vista y eso nos da un enorme y rico mosaico. Es como si cada voz, cada capítulo, nos aportara una pieza del rompecabezas de la gran trama y de las pequeñas historias alrededor de ella. Vamos viendo la manera en la que poco a poco se suman los elementos, las anécdotas, brincando del presente al pasado, de un personaje al que sigue. Vamos entendiendo, también, como se arme el hilo conductor. Como se unen los puntos de vista y las historias particulares. El de allá de pronto aparece acá y nos enteramos de qué son hermanos, o primos, o que uno es la víctima y el otro el encargado de torturarlo. Que coincidieron o coincidirán en tal o cual lugar. Empezamos a jalar los pequeños hilos de la gran madeja, hasta formar, en el final, la historia completa.

La investigación, por otro lado, no le pesa al lector. Es tan sutil, que se agradece. Me explico: nos damos cuenta de que la autora pasó muchas horas revisando archivos y testimonios, leyendo libros y documentos, pero no se siente forzada. Hace un perfecto matrimonio con las historias que se cuentan. Ximena supo exactamente qué usar y en dónde meterlo para que todo fluyera.

Los libros que más me gustan son aquellos que no me dan todo “masticado“. Que me exigen como lectora. Que me obligan a ir llenando espacios, vacíos dejados a propósito; ir construyendo y reconfigurando conforme voy pasando las páginas. Que me llenan de cuestionamientos. Así es esta novela. Confieso que de vez en cuando tenía que dejarla a un lado, porque mi indignación o mis ganas de llorar eran demasiadas. Debía tomar un respiro, volver la cabeza hacia mi ventana y observar el paisaje para recordar que no todo es horror e injusticia. Que todavía hay seres humanos que conservamos a nuestro nagual. El nagual, de hecho, es otro elemento muy importante en la trama. Tan importante que los personajes, al perderlo, pierden su alma, su espíritu.

La novela de Ximena Santaolalla está escrita desde las entrañas. Con corazón, cerebro y vísceras reunidas en un amasijo de emociones. Además, es necesaria. Realmente es una lectura obligada para quienes queremos seguir siendo humanos, seguir conservando a nuestro nagual. Es obligatoria porque no podemos permitirnos ignorar las injusticias que suceden en este mundo nuestro. Pero también por la belleza y la originalidad de su prosa. Por su construcción poética. Por la maestría con la que consigue que la manera de hablar de los personajes se sienta tan auténtica.

“Espero que este libro duela“, dice la autora. Lo consigue por completo. Pero no es un dolor inútil. Es un dolor que, además de invitarnos a abrir los ojos y a reflexionar, nos obliga a actuar en lo poco o mucho que podamos hacer. Son historias que no nos dejan indiferentes. No podemos dejar que la humanidad siga siendo testigo de genocidios, explotación sexual, torturas, violaciones masivas (como las que cometieron los soldados entre las mujeres de las comunidades en Guatemala), entre otros tantos actos de crueldad, y quedarse de brazos cruzados.

¿Cómo sobrevive una persona a todo esto?

¿Cómo queda un país después de haberlo experimentado?

Hay quienes huyen de las lecturas fuertes, quienes prefieren no enterarse de lo que pasa más allá de la puerta de su casa.A veces despierto temblandoes un grito que no podemos ignorar. Insisto en que es un libro que debe ser leído, comentado, analizado. “Si los olvidamos, ellos ganan“. Ganan los “malos“. Así que olvidemos nuestro egoísmo un rato, nuestras ganas de sentir que todo está bien y que no pasa nada, y leamos a Ximena Santaolalla.

Leída por vez primera durante la presentación de la novela en la Librería Gandhi Mauricio Achar en mayo de 2022.

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